Wednesday, June 29, 2011

Amazon cazador o presa (de Apple) 1ra parte

No hace mucho leí un artículo de Adam L. Penenberg que me apreció muy interesante.
Acá les dejo un texto que reformulé basandome en ese artículo y agregué información que tomé de varios lugares.
¡Espero que les guste!


El soporte de libros electrónicos Kindle le permitiría a Amazon revolucionar la industria editorial, tal como el iPod, la iTunes Store y el concepto MP3 transformaron el mercado de la música. Pero tal vez se vea obligado a compartir la gloria con el nuevo negocio con Apple.

Para explicar el presente y anticipar el futuro, el fundador de Amazon y pronosticador en jefe, Jeff Bezos, suele volver la mirada al pasado. Apasionado de las analogías históricas, ha comparado el auge y caída de las puntocom con la fiebre del oro; la llegada de la electricidad, con la Web de banda ancha; el libro impreso, con un caballo, y el dispositivo Kindle de Amazon (para leer y almacenar libros digitalizados), con un auto. Tal vez se equivoque al establecer un paralelo entre el impacto de Internet en los negocios y el período cámbrico, hace unos 550 millones de años, cuando experimentamos un big bang evolutivo que engendró los mayores índices de especiación y de extinción de especies que el mundo haya conocido. “Lo verdaderamente peligroso es no evolucionar”, sostiene Bezos.

La evolución no es meramente una teoría para Amazon; es parte de su diseño inteligente. Originada como librería en 1995, se desarrolló como un inmenso centro comercial cibernético que vende de todo, desde música, películas y videojuegos, hasta electrodomésticos, equipamiento de laboratorio y juguetes sexuales, y acumula una capitalización de mercado de US$ 34.000 millones. A lo largo del camino incorporó comentarios de usuarios en las páginas de los productos, instituyó una función “eche un vistazo” para que los lectores pudieran experimentar libros sin comprarlos, y lanzó Marketplace, que permite a terceros vendedores enlistar productos nuevos y usados cerca de los de Amazon.
Pero nada estimuló tanto la imaginación del público como el Kindle, el lector de e-books (libros electrónicos) de Amazon, ahora en su segunda iteración. Si bien no es el primer dispositivo que ofrece toda una biblioteca en la palma de la mano e imita el aspecto de la página impresa, el Kindle es el primer éxito en su categoría (lanzado en noviembre de 2007, vendió cientos de miles de unidades). Es también el primero con conectividad inalámbrica 3G (de tercera generación) incorporada, lo que posibilita descargar volúmenes enteros en menos de un minuto. Más de 1.500 libros pueden instalarse en uno de estos aparatos, y cada título cuesta menos de la mitad que una edición convencional de tapa dura.


Hace poco, Bezos afirmó que los libros electrónicos Kindle adicionan un 35 por ciento a las ventas de libros físicos en Amazon. En otras palabras: por cada tres ejemplares impresos que el sitio vende, también vende un e-book Kindle.
El analista de Citigroup Mark Mahaney estima que Amazon vendió medio millón de Kindles el último año y que sus ingresos totales por e-books, incluyendo la venta de los dispositivos para leerlos y almacenarlos, llegarán el año próximo a los US$ 1.200 millones. La compañía informa que hay 275.000 títulos disponibles en el formato Kindle. Y en su página Kindle, promete: “Nuestra visión es tener disponible, en menos de 60 segundos, todo libro editado alguna vez en cualquier idioma”.
En la cabeza de Amazon, el Kindle es la evolución natural de una tecnología analógica de 500 años de antigüedad, y esto asusta a una industria editorial de US$ 24.000 millones, ya preocupada por el peso del crecimiento de Amazon. Pero hay una lección mucho más contemporánea. Amazon está tratando de hacerles a los editores de libros lo que Steve Jobs, de Apple, le hizo a la industria de la música. Con su iPod y su tienda iTunes, Apple forjó muy rápidamente un amplio mercado virgen, y asumió el control de la distribución de música digital. Bezos puede percibir la oportunidad de colonizar este nuevo nicho de crecimiento para el ecosistema de Amazon. Si esto sucediera, el temor de los editores se vería justificado, frente a una virtual amenaza de extinción. Pero hay un hombre que puede salvarlas, y ese hombre es Steve Jobs.

De alguna manera, los editores operan como un plan quinquenal estimando la demanda futura. A menudo pierden muchísimo, y en algunos casos obtienen un retorno del 40, el 50 y hasta el 60 por ciento. La librería es uno de los pocos comercios minoristas en los cuales la mercadería es totalmente reembolsable al fabricante, una práctica casi irracional que se origina en la necesidad de los editores de asegurarse de que los libros estén en las librerías a disposición de los lectores, para lo cual deben acotarle al librero el riesgo de inventario no vendido.
En los últimos 20 años, los intentos por reformar este sistema ineficiente no dieron resultado. Hasta que surgió la Web como canal de distribución, y un nuevo superpoder entró en la batalla. Si bien la mayor parte de los libros se vende todavía en las grandes cadenas de librerías y de tiendas minoristas, Amazon domina online (con un 80 por ciento de participación de mercado de EUA), y canaliza entre el 10 y el 15 por ciento de la venta total de libros. Con sus precios competitivos, su experiencia Web amigable y su excelente servicio posventa, tiene clientes envidiablemente leales. Marion Maneker, ex editor de HarperBusiness, cree que Amazon y el Kindle podrían desplazar a los editores tradicionales, mediante acuerdos directos con los autores más cotizados. En realidad, Amazon ya lo ha hecho, con el lanzamiento del e-book UR, de Stephen King, una novela (precio de lista US$ 2,95) que trata de un complot que envuelve al Kindle. La industria del libro es especialmente vulnerable porque es un negocio de “impactos”, en el que hay sólo un pequeño número de títulos que subsidian al resto (Harry Potter, The Tipping Point, Twilight). Autores como Dan Brown, Malcolm Gladwell, Stephen King, Stephenie Meyer y J. K. Rowling prosperan en un sistema que les permite avanzar a saltos, a cambio de derechos de autor más altos. Lo que Amazon podría hacer, por ejemplo, es quedarse con un 20 por ciento en concepto de distribución y dejarle a un autor estrella el resto (mucho más que el 15 por ciento que ofrecen las editoriales). Este modelo está preparado para que sea “el proveedor de la propiedad intelectual, y no el editor, quien obtenga la parte del león de los ingresos después de costos”, señala Maneker. Si los e-books despegan, Amazon podría escoger a gusto los autores de mayor venta, y los editores encontrarían repentinamente cortada la línea de acceso a sus fuentes más rentables.

Continúa en la 2da parte

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